Mi abuel@ tenía razón…

Mi abuel@ tenía razón…

Decía la escritora Louisa May Alcott (“Mujercitas”) que “Una casa necesita una abuela”. Tenía mucha razón. Todos los que hemos tenido el privilegio de criarnos cerca o, por lo menos, manteniendo contacto con nuestros abuelos, sabemos que son un tesoro de sabiduría y un pozo de amor incondicional por sus nietos.

Hoy que es el Día de los Abuelos es una ocasión especialmente indicada para recordarlos y sentir cómo al hacerlo se nos dibuja una sonrisa en el rostro y se nos llena el corazón de amor y agradecimiento por su legado. ¿Qué es lo que más recuerdas de ellos?

Seguro que muchos, al pensar la respuesta a esta pregunta, se les ha venido a la mente una frase, un dicho, una expresión que solamente le escucharon a su abuela o abuelo.

Por ejemplo, Indira Ghandi, primer ministra de la India, dejó dicho: “«Un día mi abuelo me dijo que hay dos tipos de personas: la que trabajan, y las que buscan el mérito. Me dijo que tratara de estar en el primer grupo: hay menos competencia ahí».

Pero el abuelo de esta histórica dirigente no es el único sabio. Todos y cada uno de nuestros abuelos y abuelas atesoraron sentido común y experiencias vitales que compartían generosamente con su familia y, en particular, con sus nietos. ¿Recuerdas los consejos de abuela? Ellas tenían un sexto sentido para anticipar lo que te iba a ocurrir: “Te vas a caer si sigues ahí”. “Vas a coger frío”. “Te va a sentar mal”… y siempre, siempre, tenían razón.

Por supuesto, manejaban también tradiciones, creencias y costumbres que apenas tenían ya razón de ser o, sencillamente, no eran del todo ciertas. Muchas de ellas están relacionadas con la salud y los remedios caseros.

Pero también sabían cómo arreglar mil cosas utilizando el ingenio y algún truco que se sacaban de quién sabe dónde. Y, por supuesto, aliviar un dolor o una enfermedad con una antigua receta que, a día de hoy, lo más seguro es que su ingrediente principal y el más eficaz era -cómo no- el amor. ¡Y eso sí que nos consolaba y aliviaba los dolores!

Finalmente, nadie cocina como cocinaban nuestros abuelos. El sabor, los aromas, las recetas que venían de generaciones atrás… por mucho que lo intentaramos nosotros siguiendo a pies juntillas la receta que nos habían dictado con paciencia, nunca sabía igual. Tal vez porque no había suficiente en el horno de aquello con lo que nuestros abuelos colmaban la fuente hasta que desbordaba: de nuevo, el amor.

Siempre es bueno recordarlos. Siempre se lo merecen. Pero hoy, el Día de los Abuelos, es una ocasión especialmente idónea para hacerlo. Cierre los ojos, imagine el rostro de su abuela, la sonrisa de su abuelo… ¿Qué es lo que siempre le decía? ¡Seguro que tenía razón!