La vuelta al cole de tus abuelos: ¿Te imaginas cómo era hace 100 años?
- Por Sonia Meza
Los días de la vuelta al cole ya están en marcha. Los preparativos apresurados y los nervios de padres y alumnos son algo habitual en el inicio de curso, de hecho, seguro que tus abuelos los vivieron de forma parecida.
En sus días, también había colegios, pupitres, material escolar… pero todo era un poco diferente. O mejor dicho, muy diferente. ¿Te han contado esas historias? ¡Sería genial recoger sus vivencias y añadirlas a tu historia familiar!
Al iniciar este nuevo ciclo escolar, nos hemos inspirado para traer un pedacito del pasado a nuestro presente utilizando la App de fotografía de MyHeritage, Reimagine. Con su avanzada tecnología de IA, hemos logrado revitalizar y colorear antiguas fotografías escolares, permitiéndonos apreciar los inolvidables momentos que definieron a generaciones anteriores en su época escolar.
El Alumnado
Vamos a ponernos en situación: hace 100 años, la educación era obligatoria para los niños entre 6 y 12 años, tras lo cual muchos de ellos se ponían a trabajar o a ayudar a sus padres y no extendían más allá su aprendizaje.
Las materias comunes en esa etapa eran lengua, matemáticas y religión. En el caso de las niñas, había que sumar lo que se conocía como labores del hogar, ya que en esa época existía una separación entre géneros más acusada y discriminatoria.
En esta foto del año 1964, aparece Enrique Cáceres con 12 años en el Colegio Nacional mixto de Madrid.
era costumbre hacernos una foto anual a cada niño y niña, sobre una mesa con objetos colocados (los mejores de la época), ya que los medios económicos eran escasos, y de fondo un tapiz a modo de escenario. La foto era para todos con el mismo decorado.
El colegio estaba dividido verticalmente en dos, chicos y chicas, compartiendo un patio separado por una malla metálica.
El contenido de esta etapa era bastante básico y orientado a que los niños y niñas abandonaran la escuela sabiendo leer, escribir, hacer algunas cuentas, conocer algo de la religión católica y tareas domésticas como la costura.
La escuela rural
Hace un siglo, en las zonas rurales, los niños enfrentaban largas y a menudo arduas caminatas para llegar a la escuela. El recorrido podía involucrar cruzar campos extensos o senderos sinuosos en medio de bosques, una rutina diaria que, a pesar de su dificultad, fomentaba la resistencia y la camaradería entre los pequeños. Algunos podían ir a caballo, pero no era lo más común.
La siguiente imagen fue tomada en Pitrufquen, Región de la Araucanía, Chile en el año 1935. Corresponde al colegio llamado Beata Imelda y nos la envió Bastian Cifuentes.
En la foto aparece mi bisabuela Ursula Irene Riquelme Gibert, la niña que se encuentra junto a la monja del lado izquierdo -con cintillo blanco- quien la tiene abrazada.
Las aulas y pupitres de antaño
Pero imagina caminar por los pasillos de una escuela hace 100 años. Aquí no hay tablets o libros digitales. Las pizarras son grandes y pesadas, y los maestros escriben con tiza y borran sus textos y dibujos dejando un poco de polvo suspendido en el aire.
Cada una de las aulas es un espacio pequeño y no muy cómodo donde los estudiantes se sientan en pupitres de madera y escriben a mano en una pizarra pequeña que borran con un trapo y a veces con su propia saliva.
Olvídate del desfile de profesores entrando y saliendo de las aulas a diferentes horas. Todo el aprendizaje recaía sobre un único maestro, la máxima autoridad entre los niños de diferentes edades y grados.
Son maestros/profesores todoterreno que enseñan de todo y están mal pagados -de ahí el popular dicho “pasas más hambre que un maestro de escuela” pese a que son los responsables de formar y moldear a los adultos del día de mañana, entre ellos a tus propios abuelos.
El aprendizaje y los libros de texto
El maestro, al que los niños se refieren tratándolo de usted y siempre con el “Don” por delante de su nombre, pide que todos agarren su pizarra y el pizarrín con el que escriben y pregunta en voz alta: ¿La M con la A? ¡Ma!, responden los alumnos con tono cantarín. ¿Y la P con la A? ¡Pa! Si lo juntamos, ¿qué tenemos? ¡Ma-Pa!
Si en tu familia conoces a quien ha estudiado entre los años treinta y setenta del siglo pasado, seguro que recordará sus libros de texto. Entre los más famosos, el Catón de Saturnino Calleja, el Parvulito y la archiconocida Enciclopedia Álvarez.
Esta última comprendía en un solo volumen todo tipo de materias, y a medida que aumentaban de grado tocaban literatura, aritmética, geometría, geografía, ciencias naturales… además de una importante carga sociopolítica y religiosa.
La última palabra es del maestro
Seguro que has oído hablar de la autoridad que en esa época se la atribuía a cada profesor. No solo a la hora de tratarlo, sino que cualquier asomo de desorden, travesura o falta de respeto era respondido con castigos, en muchas ocasiones físicos.
Afortunadamente, este tipo de actos no se toleran en la enseñanza actual, pero en esa época era muy frecuente que un maestro obligara a los alumnos a copiar cientos de veces una frase correctiva, los pusiera de cara a la pared llegando a humillarlos delante de sus compañeros o, en otros casos,, golpeara la punta de sus dedos con una regla o les propinara un bofetón, un “coscorrón” o una “colleja”.
No dejemos desaparecer los recuerdos del colegio
Pese a las collejas, la enseñanza discriminada por géneros y otras cosas que han sido corregidas con el paso del tiempo o han desaparecido, los años escolares de nuestros abuelos están llenos de buenos recuerdos, amigos, juegos y anécdotas que seguro les vendrán a la mente en cuanto les des la oportunidad.
Si aún no has dado el primer paso… ¡es muy sencillo! Crea un árbol familiar gratuito en MyHeritage y añade los nombres de tu familia más cercana. Después, reúne sus fotos de la época escolar y restaura cualquier deterioro, dales color o crea animaciones con las sorprendentes herramientas que ponemos a tu alcance.
Gracias a la tecnología y la IA de MyHeritage, puedes preservar de una manera muy fácil la memoria de tus mayores y hacer que sea un valioso legado para tus descendientes. ¡Y hacer que los más entrañables recuerdos cobren vida y colores ante los ojos de tus seres queridos, disfrutarás al ver la emoción que sienten!