Los apellidos son el corazón de la genealogía. Basamos nuestras relaciones de parentesco en ellos, aunque varíe su uso y formación de un país o cultura a otro. Con todo, son el verdadero pilar que sustenta las ramas de nuestro árbol genealógico.
Cada apellido tiene tras de sí un rastro de siglos, de historia, de linajes, lugares, familias… tal y como hemos podido comprobar con los artículos que periódicamente publicamos –y seguiremos haciéndolo– en la serie El origen de tu apellido.
¿Desde cuándo usamos apellidos?
En China se utilizan apellidos desde hace miles de años, en la Antigua Grecia se añadía al nombre el lugar de origen y en Roma manejaban un sistema de tres nombres (tria nomina) que combinaba un apodo, un linaje y un nombre para ser diferenciados.
Pero no fue hasta la Edad Media cuando en Europa empezó a ser importante acompañar un nombre con algo más. Las ciudades crecían y con ellas la población y las relaciones comerciales, así que resultaba cada vez más incómodo y confuso referirse a una persona con un apelativo que probablemente compartían con él otros vecinos cercanos. Diego, sí, pero ¿Cuál Diego?
Así es como fueron llegando los apellidos patronímicos (Rodríguez, Sánchez, Martínez…) formados por el nombre del padre al que se le añade un sufijo, los toponímicos que indicaban un lugar de origen o residencia (Oviedo, Sevilla, Aragón) o los de un accidente geográfico (Ribera, Costa, Arroyo, Cuevas), de construcciones (Castillo, Torre)… y, por supuesto, los de oficios (Pastor, Herrero).
Son innumerables los diferentes tipos de apellidos que se han ido relacionando con los nombres de nuestros antepasados hasta el punto de que los hemos heredado siglos después, independientemente de si aún compartimos o no la circunstancia que los originó.
La tradición europea ha terminado por desembocar en la transmisión del apellido paterno, pero tengamos presente que esto se cumple en líneas generales. Hay épocas en las que no era tan frecuente, así como lugares o países donde las costumbres adoptadas han sido diferentes. Sería un error dar por hecho que todo apellido encontrado en un documento tenga origen paterno, aunque así sea la mayor parte de las veces.
Por poner un ejemplo, a la hora de heredar el apellido del padre, se aplicaba un mayor celo en el caso del hijo progenitor, puesto que este sería quien perpetuara el linaje familiar y se hiciera cargo del patrimonio. El resto de hermanos podían escoger -y en ocasiones, así era- otro nombre o apellido con más libertad.
Con el paso de los siglos, se han establecido unas normas más o menos comunes y en España, desde la creación del Registro Civil en 1841, en los registros de nacimiento constan como norma general el apellido paterno y el materno.
Apellidos en el resto de Europa
Pero si tus orígenes familiares comprenden más de un país, es casi seguro que habrás observado algunos cambios a la hora de obtener los apellidos de tus antepasados en documentos y registros.
¿Hablamos de casos concretos? En vecinos como Portugal se pone en ocasiones el de la madre en primer lugar aunque se transmita el paterno. En Francia, Reino Unido, Italia o Alemania, tradicionalmente se utiliza el del padre e incluso la madre adopta este tras el matrimonio, mientras que en algunos países como Islandia o Chequia, se hereda el apellido paterno pero se le añade un sufijo diferente según el nacido sea niño o niña.
En las últimas décadas, estas normas han ido modificándose o adaptándose respecto a las tradiciones, especialmente orientadas a proporcionar una mayor libertad para elegir qué apellido transmitir. En muchos países europeos ya está permitido optar por cualquiera de ambos o por los dos, y en el orden que se prefiera.
Y en España en concreto, es posible elegir cuál de los dos apellidos transmitir a nuestro hijo a la hora de registrar su nacimiento. Incluso podemos cambiar nuestro nombre o apellido a posteriori si cumplimos los requisitos correspondientes.
Mejor dos documentos que uno
Hay que diferenciar lo que marca una ley de lo que es una tradición. Si bien la primera se cumple en todos los casos, la segunda puede darnos alguna sorpresa.
En tu caso, muy posiblemente ya has creado tu árbol gratuito en MyHeritage y ahora te encuentras registrando los primeros familiares en tu genealogía. ¡Enhorabuena por tu decisión!
Y poco a poco, te irás dando cuenta de que en este emocionante viaje que has emprendido, es preferible afianzar tus pies allá donde pises antes de dar el siguiente paso.
Por eso, aprovecha los centenares de millones de registros de nuestra base de datos para buscar los registros de tus familiares pero, cada vez que te sea posible, si en el documento encontrado no se menciona con claridad el apellido de los padres del protagonista, intenta localizar un nuevo documento de los mismos que lo confirme. ¡No des nada por hecho!
Saca partido también de ayudas como el Verificador de Coherencia del Árbo. de MyHeritage o algunos artículos que te hemos ofrecido para identificar y corregir los errores más comunes que puedes encontrar en tu investigación genealógica.
Reconstruir tu legado y la historia de tus antepasados es siempre un pasatiempo divertido y excitante. Con las herramientas de MyHeritage, también es muy fácil viajar de un lugar a otro y a través del tiempo para encontrarte con nuevos apellidos familiares, tanto maternos como paternos, con los que alimentar tu árbol. ¡Tal vez el origen de alguno de ellos te sorprenda!